La denominación de Migueláñez procede claramente del nombre de su repoblador, Miguel Añez, es decir Miguel, el hijo de Añe. A mediados del siglo XIII este pueblo era conocido como Miguel Hannez, mientras que a mediados del siglo XIX, Pascual Madoz hace referencia a esta localidad de la campiña segoviana como Miguel-Añez.
Tempo atrás,Migueláñez, fue un pueblo importante. Además de la actividad agrícola y ganadera que aún hoy conserva, Migueláñez tuvo también una importante industria que ayudó a su progreso. Ya en el XIX, la fábrica de paños y sayales, al igual que en otros pueblos del entorno, suponía una buena fuente de ingresos para casi todos sus vecinos, que trabajaban también en su producción.
A mediados del siglo XX, la actividad fabril continuaba siendo importante en la localidad. Si la mecanización obligó a cerrar la industria textil, otras surgieron a su alrededor. Dos aserríos de madera, un tejar, dos carreterías, panaderías y confiterías daban vida y trabajo a sus gentes. Aunque poco a poco, todo fue desapareciendo y con ellas se fue buena parte de la gente.
Migueláñez en el siglo XIX: Cuenta Pascual Madoz en 'Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España' que, a mediados del siglo XIX, Migueláñez tenía «174 casas distribuidas en 13 calles sin empedrar y 2 pequeñas plazas». Escrito entonces como Miguel-Añez, contaba además con ayuntamiento, cárcel y escuela de instrucción primaria común a ambos sexos a la que acudían 32 niños y 12 niñas. Sus gentes se surtían del agua de siete pozos localizados a las afueras de la localidad. En su término se podían pescar barbos y anguilas en las aguas del río Eresma y cazar liebres, perdices y otras aves. Además, sus gentes cultivaban trigo, cebada, centeno, algarrobas, garbanzos y otras legumbres y tenían ganado lanar y mular. La mayor parte de sus vecinos trabajaban también en la pequeña fábrica de paños y sayales bastos que funcionaba en esa época. Era entonces un pueblo más grande, con 182 vecinos y «731 almas».